/design & innovation against poverty/




En una casita del centro.

Category : /other · by Aug 4th, 2010

Estoy escribiendo este texto en una casita colonial remodelada en el centro de la ciudad de Bogotá, rodeado de lindas plantas ornamentales cortadas y atendidas por Amalia, una gordita bajita de 37 sin bachillerato, quien se desplaza durante poco más de dos horas y media por día para arreglar y limpiar el espacio en el que me siento y en el que disfruto de una soleada mañana capitalina, poco frecuente por los diversos fenómenos climáticos. Ella casi ni me mira mientras trapea el piso, lo hace con una disciplina única, con una entrega que denota su compromiso para con la institución en la que trabaja, que seguramente es una compañía tercerizadora de servicios de aseo en la capital, que por día mueve a cientos de Amalias para mantener las oficinas en las que los ricos, estos rechonchos y bonachones poderosos tienen oficinas lindas, relucientes y brillantes para poder hacer más dinero en menos tiempo -para tener una imagen impecable y pulcra con sus clientes- y así, en un circulo que se extiende ad infinitum, mantener sus casas quintas limpias y presentables para una bonita reunión social en la que demostrar el bronceado artificial de la esposa ya no querida y de los hijos malcriados y bulímicos. Es clara la relación de complicidad entre Amalia y Jorge, un hombre moreno, guapo, sonriente, feliz, quien, quizá por instrucción, debe reflejar severidad y disciplina pues es el filtro humano del edificio. El, quien también trabaja en una compañía de terceros, viste un uniforme azul oscuro y porta tantas señales de autoridad que le sobran, un quepis negro y azul, un bolillo negro sin usar, un pedacito de tela con su apellido como identificación, una correa gruesa y unas botas militares con la punta de acero. Su trabajo, es el de mirar todo el día gentes -bonitas y feas-, todas ellas sin duda producto de una dieta balanceada, baja en grasa para evitar el acné; de un gimnasio con entrenador privado para tonificar los músculos que ya no usamos (pues no corremos tras nuestras victimas para comer, ahora las llamamos por skype o les escribimos un email); de un lifting anual y quizás con algo de botox como retoque para quitarnos los años en esa obsesión insana de juventud eterna.
Esas gentes tan ilustres son examinadas, escrutadas e interrogadas por el en un afán constante de seguridad, de protección, de cuidado, en un afán paramilitar de bienestar. El es la barrera que nos libra del desazón del afuera, de esa montaña de mierda que crece en una ciudad desordenada y fea, en la que los de la calle se comen su propia suciedad mientras los de adentro engullen viandas en un delicatesen cercano preparadas por la prima hermana de Amalia quien embarazada a los 14 no pudo terminar el bachillerato y termino colada en un curso del Sena para preparar alimentos.
Me dispondré a almorzar dentro de poco en algún restaurante del centro que ofrezca un almuerzo ejecutivo de $7.500 con el que podría sobrevivir una familia en el centro real de la ciudad casi hasta por una semana, quizá alternando sopa de periódico entre las suplicas y oraciones por un futuro mejor. El almuerzo seguramente estará salpicado de reflexiones intelectuales sobre nuestra realidad y excluirá constantemente la mirada del mesero, pues ninguno de los comensales tan cultos tan cultos podría hablar con él en su francés perfecto o su alemán impecable, pues su cotidianeidad es otra, es la de atender, servir, ayudar, traer, moverse a gatas en buses sucios y lentos, llegar a casa y comer algo tan rápido como sea posible para adentrase en el sueño que le quite el velo de la realidad, que le permita soñar por fin, y abrazar a quien quiere y quienes lo quieren en un ritual hermoso de vida, de abrazos, de alegría, olvidándose de todo eso que no es suyo y que tampoco necesita.
Ya será hora entonces de moverme en una busetica decorada el máximo, manejada por un alma bonita encerrada en un frasco de mayonesa -de esos grandes de presentación familiar, que tienen tapa metálica oxidada- con ruedas, 11 horas por día sentado frente a un volante errático, moviendo gente de arriba abajo, llevándolos a todos por 100 pesos menos, permitiéndoles entrar por detrás, ofreciéndoles una plataforma para contar su miseria y recibir divisas por ellas; recientemente en el banco oí un par de jóvenes tan lustrados hablando de inversiones primarias y como para los emisores estas son una ventaja comparativa en mercados deprimidos y quizá, esta última fue la única de todas las palabras que entendí claramente, depresión, una sensación desconsoladora y vacía, como la que se lleva el hombre que acaba de cantar precariamente un salmo en el bus y quien se retira cabizbajo luego de no recibir ni una moneda en esa lluvia de mentiras.
Creo que ya esta, me levanto, le agradezco con una sonrisa grande, amplia y sincera a Amalia, quien en un gesto tímido me responde. Yo no soy nadie para ella, pero lo que me entristece es que ella no sea nadie para mi, por eso la miro, la saludo e intento imprimir algo de humano a una relación inexistente y hueca, esperando que algún día desaparezca y nos ponga a los dos en la misma mesa, con los mismos sueños.
Extraño a la Bogotá que amaba.

Javier Ricardo Mejia Sarmiento

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(4) comments

nilson alfredo cataño
14 years ago ·

hola profe, tal vez no se acuerde de mi, pero deseo agradecerle por sus enseñanzas en el nodo proyectual de Estrategia Gestion Y Diseño que dicto en la sede de la Nacional en Palmira y reiterarle mis felicitaciones por su trabajo, deseandole muchos exitos en su futuros proyectos.

J. Ricardo
14 years ago ·

Claro que me acuerdo Nilson, como no… mil gracias, mucha suerte en sus proyectos…

juan pablo jimenez
14 years ago ·

ola ricardo, muy bueno este texto.
nos dejaste esperando pero bueno todo sea por oportunidades mejores, yo tambn al igual q nilson le quiero agradecer, por abrirme la mente y por abrirsela a la gran mayoria de alumnos de nuestra sede, mas profesores como usted deberian de traer, para de verdad hacer diseño.
nos vemos y muchos existos para su futuro!!!!

Juan.
13 years ago ·

Wow. Nunca pensé – en un sentido no tan dramático- que algo hecho por uno de mis profesores pudiese tocarme como este texto lo hizo.

Gracias, pensé que al entrar a su página encontraría una variedad de proyectos que me asombrarían pero olvidaría rápidamente, pero he encontrado más que las típicas explicaciones e imágenes que ostentan éxito y destreza. Recordé lo mucho que me gusta leer.
Amalia suena como un amor de mujer y Jorge me recuerda a mi celador -Alexis- quién es muy amable y a quien todavía me da pena saludar con más afecto de lo que una sonrisa y un “hola Alex” cantado pueden ofrecer.

Espero poder escribir así de … lindo (?) algún día. Es un súper profesor y también escritor y debo decir que esto y el totazo que me di bajando del bus alivianaron un poco el estrés que tenía del día.

Gracias otra vez y nos vemos por ahí 🙂

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